14 diciembre 2005

El mendigo de letras en una esquina.

Los monos aplauden por imitar a otros monos que aplauden…
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Yo soy mendiga de letras, como muchos otros escritores y Poetas (así, con alta) del país que son anónimos, ignorados, “de esquinas, microbuses y fotocopias”, o incluso olvidados. Pertenezco a esa extraña jerarquía que muchos de los autores literarios —grandes, medianos, de verdad, de mentira, pobres, genios, mediocres, todos—, que han ganado por algunos minutos su instante de fama, nombran “poetas jóvenes”, o “poetas nóveles”. Esta denominación es intrigante, porque en el medio literario de México (no hablemos del mundo) ser un “poeta joven” es tener entre 35 y 40 años; entre la “elite” incluso querer ser sólo poeta (y hablo de tener el oficio de amar la palabra y trabajarla) tiene una larga lista de requisitos que en nuestro contexto podría ser una receta o algunas instrucciones con el gran título de “Cómo ser poeta”. Tener un amigo que sea amigo que sea amante del sobrino de algún escritor o editor o maestro impresor, lograr entrar al exquisito círculo de íntimos intelectuales del lugar (dígase calle, colonia, pueblo, ciudad, el punto es hacerse notar), y escribir con el puro sentimiento, sin tomar en cuenta el sentido, la verdadera palabra, la crítica, el ritmo, las figuras, el juego hermoso del lenguaje, la búsqueda de la originalidad (que si bien casi nunca se encuentra, el valor está en hacer el intento) y, ante todo, el trabajo literario, estarían sin duda como “indispensables”.
Pero les hablaba del trabajo honorable de mendigar palabras… y mendigar espacios de publicación, oportunidades, lecturas, lectores, críticas. Ustedes podrán decir “¡oh! qué conmiseración”; pero no, no es así, porque resulta que ser poeta “de esquina” a veces resulta ser más genuino que ser parroquiano de capillas, y tampoco es de lamentarse porque habemos gente que escribimos todos los días y vivimos nuestro oficio, o tratamos de hacerlo, y buscamos que nuestro trabajo poético se conozca y sea reconocido y… ese es el punto. Eso es lo que a muchos de nosotros, “poetas jóvenes y nóveles”, nos orilla a vagar y pedir letras en las esquinas. Pertenecemos a los miserables, a los de abajo, a los invisibles, a los nonatos; y aunque nosotros no lo creamos, aunque no sea cierto, en este mundillo de falsos “perseguidores” y falaces “famas” el personaje de poeta anónimo lleva esos hermosos epítetos. No, tampoco hablo de romanticismo, que a ese lo mató el realismo hace mucho tiempo. No se trata de hacernos ver como el poeta desvalido, sino el obrero que exige y tiene derecho de hablar y ser escuchado porque trabaja todos los días. El obrero que no está en el sindicato y por eso por más que “le mueva” no pasará de ganar siempre lo ínfimo.
Las capillas del Distrito Federal (centro, siempre el centro) son las más barrocas y sólidas del país, y son patéticamente imitadas por las de Guadalajara, Zacatecas, Guanajuato, Michoacán… todas quieren ser y pertenecer. Todos quieren ser poetas cueste lo que cueste, lo cual es válido, hasta loable, el problema viene cuando aquellos “de esquina” se suben al auto, y les bajan el cielo y cada una de sus estrellitas, y les dicen “mira que bonitas letras tienes”… y se creen todo eso. Es la mafia literaria, la que vende, trafica y prostituye el conocimiento de la literatura.
¡Y he aquí que por eso pido palabras y regalo letras a los míos en las esquinas! La mafia literaria es peligrosa. Yo lo sé porque he estado dentro de ella, porque conozco y puedo nombrar a algunos miembros, y porque precisamente al “traicionar” a éstos, mis comparsas, me orillaron al anonimato. Es por esa mafia que nadie lee poesía, porque mucha de ella ni siquiera lo es (finalmente quién soy yo para decir si lo es o no lo es, pero por lo menos sé que “Yo te amo, porque haces latir mi corazón cuando te veo” carece de todo y se puede hacer una plana con eso), y confunde, aterra. Y me permito citar un ejemplo que ilustrará lo que digo, un caso de Jalisco: “Recorrido por Jalisco de ‘algunos’ cuantos escritores, debiera ser la divisa en la encomienda de la Dirección de Literatura de la Secretaría de Cultura …, al estructurar un enlistado parcial y excluyente de autores, varios de ellos ilustres desconocidos (Alejandro Olivo, Leticia Cortés y Marco Gabriel García), para itinerarios llamados ‘Los escritores en los municipios’ (El Informador, 19/VIII/04). Por supuesto, una veta más para las luchas de capillas … Si hasta programas de difusión literaria por prepas jaliscienses, signados por el SEMS de la UdeG … contaban con mejor visión, planteamientos más abiertos y superiores nombres, atractivos para quienes no se han asomado al impreso literario strictu sensu” (Francisco Arvizu Hugues, El Informador, Ingenio de la sátira, Guadalajara, Jalisco, sábado 21 de agosto de 2004).
Desconocidos-mendigos que hacen su lucha; pero muy lamentable he de decir (porque no son desconocidos de mi lectura) que en verdad algunos no tienen las herramientas necesarias como la misma palabra, esa que presenta algo que no sea imitación o que no sea letra aprendida y manoseada por los “dirigentes” de seudotalleres literarios que buscan en su séquito de desconocidos dejar su huella, su estilo transfigurado y malogrado. Pero sigue siendo la poesía indescifrable y los gustos a veces carecen de género.
Pero la suerte de los malos los buenos la desean. Ser escritor en nuestro contexto, México, es una empresa difícil, y a veces todo se reduce a estar en el lugar indicado, y claro, con las personas adecuadas. Algo muy raro de suceder, porque la mafia, la hermandad, no deja entrar a cualquiera, y ante no tener o darle la oportunidad a gente nueva (que por supuesto no tiene obra publicada) se publican entre ellos mismos, se invitan a sus encuentros de poesía entre ellos mismos, leen y releen y vuelven a releer siempre los mismos. Y la cuestión se complica, porque si acaso alguna capilla por fin te abre las puertas y te publica un minúsculo poema en alguna de sus revistas (imperialistas), estás muerto para todas las demás. Con frecuencia sucede que la mafia te anexa a sus filas sin que te des cuenta de ello, sin tu voluntad; de pronto ya estás dentro de un grupo, de una elite, y es imposible salir. Ese es el punto. Claro que un mendigo de letras no se negará nunca si alguien se apiada de él y le da un espacio en alguna publicación, eso sería pecar de orgullo; pero debería advertirle de que si acepta la propuesta está condenado a publicar en ese espacio toda la vida. Una traición, un sesgo de ideología distinta a la suya y te destruirán. Qué drama, pero es verdad. Por esto aún yo me encuentro en el exilio, vetada, fugitiva; dejé mi tierra en busca de parajes nuevos y con la esperanza de encontrar quizá otro mundo literario. Pero en todos lados es lo mismo, y Zamora, que está en medio de dos ciudades productoras de latas de poesía (Guadalajara y Morelia), quiere aplaudir a sus “maestros”.
En 2000 participé en el IV Encuentro Nacional de Poetas, realizado aquí en esta ciudad zamorana (23 y 24 de junio). Leí algunos poemas y ante las personas que se acercaron a preguntar dónde conseguían mi libro yo agachaba la cabeza y me limitaba a entregarles una fotocopia de mis textos. Ahora con mucha fortuna y gran orgullo el encuentro ya no es Nacional, sino Internacional, un trabajo que se valora por sus logros, no hay que negarlo, sino apoyarlo. Sin embargo, jamás me han vuelto a invitar, porque ahora uno de los requisitos es tener obra publicada. Pero obra publicada ¿sólo significa tener un libro impreso?, ¿no valen las publicaciones en revistas, artículos y ensayos en periódicos y hasta conferencias?
La literatura cada vez es menos humana, en sí todas las artes se han vuelto menos humanas. Se tiene que publicar en otro país, y ostentar por fin un exposición, un poema, dados en París, en España, para que aquí nadie pueda ya negarte la “trayectoria”. Es más fácil publicar en La porte des poetes (París, Francia), que en Reverso, Luvina, Finisterre, o en editoriales como Arlequín, Filo de Caballos o El Cálamo. Todas contra todas. Lo que sí es cierto es que cada una de éstas han empezado mendigando letras y han crecido con un esfuerzo innegable. El problema es que ya no recuerdan su origen, cuando las revistas eran hojitas parroquiales o las editoriales publicaban con dinero de su propio bolsillo; cuando rogaban porque los escritores les mandaran algún texto, cuando abrían las puertas a cualquiera cuando voceaban “independencia”. Ahora, quieran o no, están dentro de la mafia, ellas mismas se han convertido en capillas, aquello en contra de lo que peleaban, y no publican a los pobres anónimos porque necesitan de un nombre para vender. Y en este medio tener un nombre parece ser lo que importa, y no aquello que nombra, a lo que le da esencia, a la persona, al poeta, a su trabajo.
Una revista para “jóvenes y nóveles poetas” no existe en realidad. Por lo menos no las que ya tienen un precio y andan dizque en Brasil, Estados Unidos o Inglaterra (aunque sea un tiraje de tres lo que circula en aquellas tierras). Esas te ponen en la lista de espera, hasta el final, para anteponer a los amigos, a los amantes, al esposo, a los mismos integrantes y rezanderos, a los de siempre.
En el Encuentro Internacional de Poetas de aquí, Zamora, te dejan en la última mesa de “relleno” porque el “maestro” sutano (que sí fue invitado) no llegó. ¿Uno puede negarse? No. El orgullo no cabe en las letras. Uno tiene que mendigar, y si te ofrecen una limosna hay que aceptarla. Hay que comprender sencillamente que así son las cosas, y que tal vez nunca cambiarán. Pero por lo menos nunca hay que dejar de encender nuestras voces y seguir en pos de nuestro oficio literario. Nunca se sabe. Tal vez algún “representante” nos descubra en nuestra esquina y nso dé su tarjeta y entonces entremos al maravilloso mundo de la los reflectores y los periódicos y las revistas y las editoriales, talleres, encuentros, lecturas… No podemos dejar de trabajar.
¿Qué es literatura hoy, en nuestro país? Es un monopolio. Una empresa que cotiza. Que tiene pérdidas y ganancias, que desarrolla cursos de capacitación para ser escritores (léase SOGEM), y los egresados sactifactoriamente obtienen sus diplomas de “Poetas”. Luego éstos son contratados por otras empresas del rubro (que son franquicias de la matriz). Un monopolio con una especie de sistema pirámide donde un amigo te une a su grupo y luego tú unes a otros dos y luego éstos invitan a otros tres. No exagero ni generalizo, todavía existen en diversos lugares la libertad, la esencia literaria, los escritores que defienden la expresión humana, los independientes (por ejemplo Papaloztli, grupo y revista literaria de Guadalajara), a los que no les importa cómo o dónde, cuándo, sino el verdadero oficio poético. A éstos son a quienes hay que buscar, a los que hay que leer y escuchar, para así abrir un poco más nuestro criterio, nuestro conocimiento, para hacernos de nuestra propia opinión, para tener un punto de referencia y tomar la decisión de qué queremos ser como escritores y emprender nuestra ruta. Aquí lo que importa es no perdernos, no engrandecernos, no perder nuestra esencia y defender nuestro pensamiento e ideales.
No podemos destruir la mafia literaria, ni siquiera ponernos en su contra, y siempre corremos el riesgo de convertirnos con nuestros afanes en otra capilla más. Pero, si un día lo somos, o formamos parte de alguna, por lo menos hay que tratar de que no sea o seamos una imitación de las otras. Sino ser en nuestras letras nosotros mismos. No ser poetas de instrucciones, no pertenecer a un sistema instalado para “ármese en su propia casa”; sino ser Poetas, con toda el significado de esta humana palabra.

Angélica Maciel
angelica_maciel@hotmail.com
http://poesia-angelica-maciel.blogspot.com/


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